¿Cómo se aprende flamenco?
El baile flamenco: la disciplina más demandada
Decir Barcelona es decir flamenco y decir flamenco es decir Barcelona. Los tablaos, los festivales y los bares flamencos son parte de la ciudad y su historia, pero la oferta flamenca de la ciudad cuenta también con el primer paso para nuestras canteras: las escuelas. Una de las más reconocidas es la que fundó La Tani en 1994, bailaora barcelonesa que ha actuado junto a las grandes figuras del flamenco (Camarón, Lole y Manuel, Manzanita…) y lleva a las espaldas 25 años como profesora. Su hijo, Edu Cortés, tocaor y uno de los profesores y directores de la escuela La Tani actualmente, relata la ilusión con la que llegan las nuevas generaciones: “¡Los jóvenes se pegan por bailar y bailar bien! Hay mucha afición en los pequeños, es importante enseñarles sin manías, ir al grano y ser diligente con eso”, cuenta.
El baile es el rey en las escuelas. Es, entre las tres grandes ramas del flamenco (baile, cante y toque), la que más atrae al público y la que más demandan los estudiantes de flamenco. Prueba de ello son las cifras de la Escuela La Tani: mientras que en baile actualmente están matriculados 170 alumnos, en palmas hay 17; en toque (guitarra), 12; en cajón, 9; y en cante, solo 4. Cada año, según datos de la Escuela, se apuntan entre 40 y 60 alumnos nuevos.
Mucho estudio y dedicación constante
¿Qué se necesita en el camino para que los alumnos pasen de la afición a la profesión? En palabras de Edu Cortés, “no solo hay que aprender a bailar y a hacer los pasos, sino también a comportarse, conocer el lenguaje, la disciplina, el montaje de proyectos (luces, sonido, producción), estudiar el cante y el toque, y tener ambiciones controladas y reales”. En resumen, mucho estudio y dedicación constante. Y estar siempre en contacto con el mundo y el ambiente donde se fragua el arte jondo: “Hay que aprender muchas cosas que solo se consiguen conviviendo en una comunidad de verdaderos flamencos-artistas, en La Tani se vive de primera mano”, asegura.
Improvisar: esencia del flamenco
José de la Vega es un bailaor de Utrera que en 1975 fundó una pequeña escuela de baile en Barcelona. Tuvo tal éxito que solo cinco años después se mudó a un local más amplio, en el centro de la ciudad, y hoy en día es una de las academias de baile flamenco más emblemáticas. Con 100 nuevos alumnos al año, tiene a Toni Moñiz como director y profesor. “Lo más difícil para los alumnos es la improvisación, sin duda”, comenta. “Están acostumbrados a memorizar coreografías pero les cuesta mucho bailar solos y tener que improvisar”, un aspecto esencial para los potenciales contratos en tablaos, donde todo el espectáculo es improvisación.
Flamenco autodidactas
En el crecimiento de los profesionales flamencos, hay una gran parte de artistas autodidactas. Tailla Carmona, bailaora y cantaora de Tarragona, habitual en el Tablao de Carmen, es una de ellas: “Lo poco que sé ha sido a través de mí misma. Mi padre sí me ha ayudado con la estructura: la entrada, la salida, el remate, la escobilla”. Antes de inmiscuirse en la autoenseñanza, pasó por la escuela de baile Artemis Danza, donde fue becada, pero aprendían sobre todo, según cuenta, sevillanas y el movimiento de pie ‘punta-tacón’. “Estoy muy agradecida a ellos porque me enseñaron la danza, pero después de tres años, el Tato Romero [profesor y bailaor] me dijo que me saliera de la academia porque me estaba atrasando”, recuerda. “Yo voy a una clase y no me gusta, porque te dicen lo que tienes que hacer, y yo voy a mi bola”, cuenta esta artista de 19 años.
Un consejo de Tailla para quien se quiera lanzar al autoaprendizaje: escuchar todo el día flamenco, no perder la constancia y fijarse en los referentes. “Por ejemplo si le gusta Belén López, que a mí me encanta, verle y cogerle lo bonito, no copiarla, pero mirar qué es lo que la diferencia”, explica. Y, según su experiencia, ayuda igualmente pasar por el ballet: “Va muy bien para la colocación del cuerpo, los brazos y las vueltas”.
“Farruquito fue mi espejo”
Sin embargo, no todos los profesionales opinan igual sobre esto último: “Eso es como decir que para aprender alemán viene bien aprender inglés”, opina el bailaor barcelonés Costi el Chato. A él, explica, le ayudó pero también le perjudicó. “Yo ponía el brazo muy tieso, como de clásico español, y no dejaba que fluyera el flamenco”. La Tani fue una de las primeras profesoras que le fue inculcando cómo mover el cuerpo en un tablao o en un cuadro flamenco. Antes de ella, su madre le había enseñado a bailar por rumbas y por tangos; y después, tuvo unos profesores de mucha categoría: los Farruco.
“Farruquito fue mi espejo”, cuenta Costi. “He aprendido ahí a bailar bien al cante y a la guitarra, a sacar lo espontáneo, lo natural del momento y ser aficionado”. Ahora se ha puesto al otro lado: da clases en Centro Cultural Gitano de La Mina, donde imparte clases específicas para tablao, donde enseña los palos flamencos pero también el diálogo entre cantaores, tocaores, palmeros, percusionistas y bailaores. “Si los crías por separado no funciona, si los crías en conjunto se entienden, se quieren, y fluye mejor”.
El compás y la tonalidad, las primeras lecciones
Según su metodología, explica, hay algo muy importante que hay que interiorizar antes de dar la primera patada: el compás. “También hay que saber cuándo está afinada la guitarra, en qué tonalidad está cantando el cantaor, cómo son los jaleos. Empiezan bailando por intuición, copiando, de memoria… pero muchas veces no son conscientes de por qué lo hacen”, cuenta.
En el Tablao de Carmen, muchos clientes nos preguntan si siguen naciendo niños y niñas que se quieran dedicar a esto. Costi tiene clara la respuesta: “Los gitanos y los andaluces es lo que vivimos, cantamos en cualquier momento, cuando uno está aburrido, en una comunión, o si alguien me llama y me dice que le ha salido trabajo, le canto y le bailo. ¿Cómo no se van a aficionar y a ponerse a bailar los niños”.