“No me siento en un negocio, para mí es una casa”

Fotografia Pietro Bondi

Mimo Agüero es la directora y el alma del Tablao de Carmen desde 2015. Mano a mano con Augustin de Beaucé, salvaguarda el nivel artístico del espectáculo flamenco y del servicio de restauración. Su labor va más allá de lo que la palabra “dirigir” abarca: se encarga de la programación artística (incluso está pendiente de qué palo baila cada bailaor en cada pase), recibe a los clientes, corta los claveles frescos que se colocan en las mesas cada tarde, sube stories y posts a Instagram, gestiona relaciones comerciales y supervisa las cuentas, asegurando la buena marcha de la empresa. Está encima del sonido y la iluminación, cuida la decoración y tiene siempre presente el espíritu que su madre, Sunchy Echegaray, quiso imprimir al tablao cuando lo abrió con sus socios en 1988.

En esta entrevista cuenta su visión del negocio y su amor por el flamenco. También cómo fueron sus primeros pasos en el Tablao de Carmen: trabajó en la comunicación y la publicidad del tablao entre sus 20 y 27 años, en la década de la Barcelona olímpica. Volvió al tablao con 47 años, después de 20 viviendo en el extranjero, durante los que no perdió la afición ni el amor por este lugar mágico del Poble Espanyol: “Una vez, recién instalada en Chicago en 1995, me llamaron por teléfono desde el tablao y escuché el tablao de fondo, y bueno… ¡una cacho pena!. Me hizo llorar. Al irme de España me alejé de lo que más me gustaba del mundo”, recuerda.

¿Cómo fue tu llegada al Tablao de Carmen?

Más bien el tablao llegó a mí. Mi madre [Sunchy Echegaray], gran aficionada y amiga de Carmen Amaya se metió de socia con un grupo de barceloneses, ella lo diseñó “de arriba abajo” y me invitó a la inauguración en 1988. Me encantó. Mi madre propuso que mi hermana y yo tuviéramos un trabajo aquí. Yo tenía 20 años y estudiaba Ciencias de la Información. Me dedicaba a llevar información del tablao a los hoteles y a las Oficinas de Turismo, hacía de relaciones públicas, por ejemplo, una vez llamé a la cantante Martirio para que viniera a verlo, y organizaba fiestas para que la gente hablara del tablao. En esa época estaban en el cuadro de la casa Chicuelo y Julián el Califa tocando, Chiqui de la Línea cantando, las tres hermanas Carmona bailando, y muchos más artistas… Junto al bailaor Faraón, que llevaba la dirección artística, yo iba aprendiendo. Traíamos figuras de fuera de Barcelona: Sara Baras y Luis de Luis, Angelita Vargas, Eva Yerbabuena, Joaquín Grilo…. Como lo que me gustaba eran los artistas, estaba con ellos, conociendo a las familias, yendo a sus barrios, a comer a casa de ellos… Yo estaba en un mundo que me interesaba tanto como a ellos. Iba a los afters donde iban los flamencos en vez de irme donde iban mis amigos.

Tablao de Carmen- Mimo nos habla en su entrevista de Faraón

¿La pasión flamenca te vino por tu padre?

Me vino “a dos bandas”: por mi padre y mi madre. Mi padre [Juan Antonio Agüero, tocaor flamenco profesional y viudo de Carmen Amaya] tocaba la guitarra todo el santo día de Dios. Es verdad que el sonido de afinar una guitarra flamenca yo lo llevo dentro del alma, es lo que más me gusta oír. Mi padre tenía una Santos Hernandez de 1930, con clavijero antiguo, que se desafina mientras la tocas. Había que afinarla todo el rato. Lo que no había vivido nunca era el ambiente flamenco, unas palmas, un cante, una guitarra que toca para alguien que baila… yo eso no lo vi hasta que se inauguró el Tablao de Carmen. Mi padre nunca nos dijo: “Escucha esto, escucha lo otro”. En mi infancia, mi padre nunca nos insistió demasiado sobre temas flamencos, ni hablaba de su vida pasada con Carmen Amaya.

A mi madre le gusta mucho el flamenco. De pequeña aprendió a bailar flamenco con la bailaora Concha Borrull y de joven, siempre disfrutó del flamenco de Barcelona. Frecuentaba los tablaos y bares flamencos de Barcelona y de la Costa Brava. Además fue amiga de Carmen y de su marido en Bagur.  Sí que me acuerdo que la primera vez que presencié flamenco en vivo y en directo fue gracias a mi madre.  Vino a nuestro cuarto mientras dormíamos, nos despertó a mi hermana, a una amiga que estaba en casa y a mí para que fuéramos al bar El Universal porque cantaba La Niña de la Puebla. Me encantó. Ella cantaba con las gafas puestas, y alguien le hacía palmas y otro le tocaba la guitarra. Fue lo más flamenco que vi antes del tablao. Y fue mi madre la que al crear el Tablao de Carmen me invitó a meterme en el mundo flamenco, por la puerta grande.

El flamenco me gustó mucho desde el minuto uno. Y ya desde mis 20 años,  al empezar a trabajar en el tablao, me fui aficionando cada vez más. Empecé a irme a Madrid a ver flamenco, a estar con mi padre, a hablar con los críticos que en ese momento escribían sobre flamenco. Me pasaba horas preguntándole cosas a mi padre, me llevaba a Amor de Dios [escuela de baile flamenco en Madrid] y me presentó a sus amigos flamencos: a Diego Amaya, sobrino carnal de Carmen,  a Manolete y a Faíco, los Pelaos, a Isidro el Mono, al Indio Gitano, a Rosario Ortiz la Morita, que es como si fuera una hija suya y de Carmen y gran amiga mía hoy en día. Yo iba al Casa Patas con todos los flamencos de Madrid, veía la actuación y después les seguía al bar Candela. Por las noches, mi padre me seguía, se enteraba de dónde yo estaba, venía, veía con quién estaba y se volvía a ir. Tenía que quedarme con Isidro Muñoz, que era un flamencólogo que mojaba churros en el whisky.

¿Qué es lo más bonito que tu padre te contó sobre Carmen Amaya?

Me dijo que una de las cosas que le fascinaba de Carmen era de dónde venía, su mundo, y que él se sentía muy bien en ese mundo. Mi padre venía de una familia conservadora, pero su padre tocaba la guitarra flamenca y por ser un gran aficionado taurino, frecuentaba el ambiente flamenco. Mi padre me contó que, con 16 años le cogió la guitarra a su padre, fue al baño a encerrarse, se miró al espejo y decidió ser guitarrista.  Estaba obsesionado con el toque flamenco y tuvo que estudiar mucho. En ese camino se encontró con los flamencos, y con Carmen. En un entrevista en la radio Carmen cuenta que él de repente un día le dijo: “¿A que no se casa usted conmigo?”, y Carmen le contestó: “¿A que sí?” . Y cuadró. Me imagino que era simplemente lo mejor que podían hacer dos personas como ellos. Eran los dos muy vivos, muy seguros de sí mismos, los dos estaban entregados al arte flamenco y no parecía que les importara lo que pensaban los demás. Se encontraron y fueron muy felices juntos.

Volviendo a tu papel como directora del Tablao de Carmen, ¿qué es lo que más te costó cuando tomaste el mando en 2015?

Cuando llegué tenía que hacer lo que no había hecho nunca: llevar una empresa. Me acuerdo la primera vez que me senté y vi unas hojas con los salarios, lo que le llegaba a la gente y lo que le costaba a la empresa. Y volví a mirarlo pensando… no puede ser. Nunca había visto una nómina. Flipé con el IVA, la Seguridad Social… Nadie me explicaba nada, y además no me gustaba ese tema. Y poco a poco fui enterándome de cositas. O la web, no vendíamos al principio a través de la web. Y del tema artístico ni te cuento. El primer gerente con el que coincidí en la primera etapa de 2015 me dijo que teníamos que reducir el elenco a 5 artistas. Para mí era un sacrilegio. Me dolía pensar que había que cambiar la estructura artística que había habido siempre en este Tablao, el Tablao de Carmen. Y se siguió adelante con 8 artistas.

El tablao era más como un restaurante, y ahora tenemos las tres opciones de menú, uno con tapas españolas típicas, otra con un poquito más de nivel donde tienes ya merluza, solomillo y jamón ibérico, y el menú Estrella ya un poco más VIP, tanto en los platos como en el trato. Yo quise hacerlo así porque creo que das cabida a todo tipo de gustos y de bolsillos, y también con los años nos hemos adaptado a todo tipo de cliente: ahora de cada menú tenemos opciones vegetariana, vegana, sin gluten, sin lactosa y halal.

También me encontré con la difícil situación laboral en la que en algunas ocasiones se ha tenido que despedir a gente. Gestionar el tema del personal es lo que más me costó al principio y lo que a día de hoy me parece más delicado y desafiante. Las relaciones humanas siguen siendo lo más importante, lo más complicado y lo más relevante de cualquier iniciativa, de cualquier empresa. Me gusta mucho y me hace  ilusión estar al frente  del Tablao de Carmen y procuro compartir mi ilusión y respeto por esta institución con el equipo que forma de él.

Alguna anécdota divertida con un cliente.

El cliente que cuando empezó el espectáculo, me mandó a llamar y me preguntó: “¿Qué es esto?”. Otro me dijo: “No me siento en un negocio, para mí es como un hogar”. Se lo dije a mi madre y me dijo: “Eso es lo que yo quería, que fuera como las casas donde crecí y donde he vivido”. Las cosas que me dicen los clientes son siempre muy divertidas. Los más divertidos son los de las pedidas de matrimonio. Hubo un día que un bailaor muy joven, cuando acabó de bailar por seguirilla, se sacó su chaqueta y la tiró hacia adelante, hacia el público, y le cayó encima al chico que iba a pedir matrimonio a su novia. Recuerdo haber imaginado: “ojalá hubiera estado el anillo de pedida en la chaqueta del bailaor”. Eso fue muy divertido.

Alguna anécdota con un artista.

Siempre cuento una que es cuando íbamos en el coche Diego Amaya (sobrino y palmero de Carmen Amaya), mi padre, una amiga inglesa y yo. Yo ponía mi radiocasette y mi padre rasgueaba su guitarra, y le dije: “Diego, por favor, da palmas”. Y de una forma super tajante me dijo: “Hija, cada palma mía vale dinero”. Y yo pensé, pues… ¡es verdad!.

¿Otra que haya pasado en el tablao?

Para mí una noche memorable fue el día que vino Juan Ramírez, bailaor de Alicante, que era y es mi ídolo y vino a ver el espectáculo. De todos los bailaores que hay vivos es una eminencia en percusión de pies. Me dijeron que había que verme la cara, y es que solo pensar que un ídolo de toda mi vida estuviera en el Tablao de Carmen… y quedamos para que viniera a bailar y bailó.

Un palo flamenco

Seguiriya.

Una letra que te guste.

Muchas, todas las que canta Mariano Santiago : las letras por taranto por ejemplo, la de “las vueltas que el mundo da, tío Rufino…”. Una que canta siempre Mariano por alegrías, que habla de que Carmen está durmiendo y se despierta. O la de “Póngase usté a trecho / que lo mando yo como si fuera el mismo gobernador”, o la de “Señor que vas a caballo / y no das ni los buenos días / si el caballo cojeara / otro gallo cantaría”.

Mimo y bailaoras y cantaores- entrevista con Mimo
Fotografia Pietro Bondi

¿Qué hace que el Tablao de Carmen sea un lugar de referencia y culto en la oferta flamenca de Barcelona?

Yo creo que el local recoge el amor, el respeto y la admiración  que le tenemos mi madre y yo al flamenco. Esto, que no podría ser de otra manera, a su vez tiñe y se imprime en todo lo que se hace cada día en el tablao, para ofrecer flamenco de nivel en un ambiente a la altura que el flamenco se merece. Este principio y propósito originales, siempre presentes e intocables, motivan que “lo artístico” y lo “no-comercial” sea lo que prima en nuestro tablao. Es un lugar con una verdad. Hay algo muy  importante:  aquí se acoge el ambiente flamenco, andaluz y gitano de Barcelona, y se valora la intención de los artistas de seguir una línea muy de ellos, muy tradicional. 

También creo que influye el hecho de que Carmen bailara aquí hace un siglo es parte de un gran legado, es historia y es el alma del lugar. La decoración y el espacio arquitectónico concebido por mi madre junto al gran arquitecto Pere Llimona para que reflejara la tradición flamenca es una de las claves del éxito de este establecimiento. Además de la belleza interior del local está el valor añadido de la ubicación: para llegar al Tablao de Carmen, has de caminar y disfrutar de un conjunto histórico y pintoresco de gran belleza exterior y arquitectónica: el Poble Espanyol. Todo ello ha ido conformando una manera de ser del sitio, del flamenco, de nuestro espíritu, que le da una personalidad muy propia y un carácter muy singular a nuestro local.

Tiene un alma que no tiene por qué ser mejor ni peor pero que no se puede copiar.

Exacto. Tiene una pátina, ha cogido su personalidad. Quizás también que el hecho de ser un sitio donde aparte de ver flamenco, estás comiendo y bebiendo durante la celebración del espectáculo, le da un gran valor añadido. Un día le preguntaron a mi madre qué es lo que hacía que el flamenco fuera mejor o peor, y contestó que dependía de la cantidad de vino que hayas tomado. Conscientes de que muchos clientes además de ver buen flamenco también quieren comer bien, intentamos acompañar el espectáculo que ofrecemos con un buen servicio de restauración, pero siempre recordando lo serio e importante que es el flamenco para nosotros, lo que da lugar a que aquí los artistas siempre tocan, cantan y bailan con el rigor que el  flamenco requiere, y también con toda su frescura.

Resumiendo: el Tablao de Carmen es un local muy bonito, la gente hace fotos nada más entrar. Yo creo que mi madre, siendo clásica y sensata, entendiendo y queriendo el flamenco, hizo un lugar muy flamenco, sin pretensiones y que no pasa de moda. Los artistas lo dan todo. Se cena bien. Y todo tiene sentido, en la calle de Arcos del Poble Espanyol, con el Patio de Carmen donde ella bailó… la ecuación se ajusta, y funciona.