El cante flamenco: pilar fundamental

Se ha intentado definir muchas veces, pero incluso el propio Antonio Mairena, considerado uno de los mejores cantaores de la historia y un dedicado estudioso del cante, sentenció: “No creemos posible la definición del cante”, según recoge en la Guía del Flamenco Luis López Ruiz.

Lo que sí se puede explicar del cante es que suele hablar de emociones intensas: tanto el dolor como la alegría se llevan a su máxima intensidad. “Sentimientos e intuiciones radicales del hombre”, manifestó el poeta cordobés Ricardo Molina. 

También se puede apuntar que las primeras manifestaciones del cante protoflamenco en el siglo XIX (con coplas que se cantan aún a día de hoy) surgieron en su mayoría en los trabajos: la fragua, el campo y la mina. Igualmente, el cante flamenco es, por definición, solitario, y el cantaor o cantaora cantan solos. El acompañamiento de guitarra, el baile y la espectacularización llegaron mucho después. El cante fue la semilla de la que surgió todo el entramado que forma hoy el arte flamenco, y sigue siendo a día de hoy, su pilar fundamental.

Tipos de cante flamenco

Dentro de la infinidad de variedades (que en el flamenco se llaman palos), letras, temáticas y melodías que forman el cante flamenco, existen dos grandes grupos: el cante chico y el cante grande.

  • El cante chico es más ligero y feliz: son los palos más festivos, como las alegrías, las bulerías y los tangos. Hablan de amor, ilusiones vitales y alegrías.
  • El cante grande, es el que por definición se denominó cante jondo. Son, entre otros, las seguiriyas, las soleás y las tonás, y cuentan historias de grandes penas, angustias, o incluso de la muerte.

Los cantes también se pueden clasificar por tipo de compás (binario, ternario o de doce tiempos), por lugar de procedencia (Levante, Cádiz y Los Puertos, Sevilla y Triana…), pero explicaremos aquí la clasificación de Guía del flamenco, de Luis López Ruiz, que divide el cante en tres grandes grupos de palos flamencos.

  • Cantes básicos y sus derivados, entre los que se encuentran los cantes más primitivos como las tonás, el martinete, la carcelera o la debla, que se cantan sin acompañamiento y sin una métrica determinada (los llamados también cantes libres), 

los tangos (el palo más cantado y conocido por el gran público), tanguillos y tientos; los palos alegres cantados en tonalidad mayor como la alegría, las cantiñas, la romera y los caracoles.

  • Fandangos y sus derivados: entre los que existen fandangos locales (de Málaga, de Huelva, de Almería, de Alosno…), malagueñas, granaínas y medias granaínas, de los que surgieron los cantes llamados minero-levantinos: minera, cartagenera, taranta y taranto.
  • Cantes aflamencados de procedencia folclórica regional o hispanoamericana, donde se engloban palos muy ligados a su lugar nacimiento, como la rumba (Cataluña) y las sevillanas; y también los cantes conocidos como “de ida y vuelta”, procedentes de Latinoamérica, como la guajira, la milonga, la vidalita y la colombiana.

Grandes maestros del cante flamenco

Son aquellos cantaores que en los doscientos años de historia del flamenco, han contribuido a la evolución, desarrollo y difusión del cante flamenco. Se cree y se cuenta que el primer cantaor de la historia fue Tío Luis el de la Juliana, en Jerez de la Frontera, pero no se ha llegado a demostrar su existencia. Otros de los cantaores fueron El Planeta, El Fillo o La Andonda, en Triana (Sevilla), una de las cunas del flamenco, pero del primer cantaor del que se tiene registro es Silverio Franconetti, de padre italiano y madre española, nacido y crecido en Sevilla en el siglo XIX. Gran cantaor de seguiriyas, encabezó la profesionalización del cante sacándolo de las tabernas y llevándolo a los cafés cantantes, y fue “el primero en intuir la trascendencia del cante”, según la Guía del Flamenco.

A mediados de siglo XIX se creó en Madrid el premio Llave de Oro del Cante, que solo se han llevado cinco artistas a lo largo de la historia: Tomás el Nitri, Manuel Vallejo, Antonio Mairena, Camarón y Fosforito. A principios de siglo XX, cabe destacar también a don Antonio Chacón (que se ganó tal respeto que siempre se le escribe con el ‘don’ delante), que junto a Antonio Mairena se interesó no sólo por ser cantaor sino también por ser estudiosos del flamenco. Igualmente, en 1922, se celebró el famosísimo Concurso de Granada de 1922, cuyos ganadores fueron El Tenazas de Morón y otro de los maestros del cante, entonces desconocido: Manolo Caracol.

En cuanto a cantaoras, figuras como Pastora Pavón, conocida como La Niña de los Peines, La Paquera de Jerez, La Perla de Cádiz o Fernanda y Bernarda de Utrera han marcado la historia del cante flamenco. También han sido muy importantes las familias de cantaores, donde prácticamente en cada generación surge un nuevo cantaor o cantaora de gran nivel, como las familias de los Terremoto y los Sordera en Jerez de la Frontera.

La figura del “maestro” en este arte tiene una importancia crucial para todo artista que empieza, pues el respeto por el conocimiento y la manera de ejecutar el cante de los mayores a la hora de aprender es clave en el mundo flamenco. La admiración es tal que en algunos casos la manera de cantar un palo por parte de un cantaor ha hecho que le dé su nombre, como por ejemplo la malagueña de El Mellizo, una melodía que inventó él y que tuvo gran acogida por parte de otros cantaores y aficionados.

El cante en el baile

Por último, hay que distinguir entre el “cante alante” y el  “cante atrás”. El primero se refiere a cantar en solitario, y el segundo a cantar acompañando al baile, “para” el bailaor (estando “atrás” del mismo). Cada rincón flamenco tiende a priorizar más un tipo de espectáculo: en las peñas, se prioriza el cante “alante”, con un cantaor y un guitarrista; y en los tablaos, aunque pueda haber cante alante, o incluso un solo de guitarra, el gran protagonista es el baile. Los cantaores y guitarristas, cuando cantan y tocan para baile, (aunque a veces empiecen ellos) siguen el compás que marca el bailaor o bailaora. Si el bailaor sube el ritmo en su “zapateao”, el cantaor acelera las palmas y el guitarrista el toque. En los tablaos predomina la importancia del compás y según el estilo de cada tablao puede haber más o menos improvisación. En el Tablao de Carmen apostamos por el compás como guía y contamos con la armonía entre artistas en cada pase, cada noche. ¡Ven a disfrutarlo con nosotros!