Carmen Amaya vuelve a España: una estrella flamenca-americana en los teatros europeos

En 1947, Carmen vuelve a España convertida en una estrella mundial. En Barajas la esperan con flores, acuden flamencos y medios de comunicación (el NO-DO entre ellos). Ella, vestida con un traje de chaqueta blanco, baja las escalerillas del avión y se arrodilla para besar el suelo español. El público tiene altas expectativas con la bailaora crecida en las barriadas que ha conquistado América, y ella sabe que es difícil ser profeta en su tierra. El público español le exigirá más que el extranjero. “Lo poco que hago lo hago con toda mi alma en todos los sitios, pero al venir a España hay que apretarse muchísimo los zapatos”, declara en una entrevista de radio.

carmen falda amarilla

Un mes después de su llegada, el 19 de septiembre de 1947, estrenará en el Teatro Madrid. José de la Vega, aclamado bailaor, fundador de la escuela en Barcelona que lleva su nombre, estaba presente en el público. “Se levanta el telón y aparece Carmen Amaya bailando el bolero de Ravel, desciende por una rampa del lado izquierdo, donde la espera un gran tambor. Esa puesta en escena no se me olvidará nunca. Porque aquí estábamos acostumbrados a ver esos telones de fondo pintados con la Giralda, la Torre del Oro, la pandereta, el abanico. No estábamos familiarizados con esa puesta en escena que nos trajo Carmen de América”, cuenta el veterano bailaor en el capítulo dedicado a Carmen de la serie de documentales Imprescindibles, de RTVE.

Sin embargo, no todas las críticas fueron buenas en esos primeros encuentros con el público español. No a todos convenció con su propuesta, adelantada a su tiempo. Así lo cuenta el escritor e historiador Ramón Gubern en el mismo documental: “Al verla salir con pantalones le habían gritado, peyorativamente: ‘Carmen, vuélvete a Nueva York’”, cuenta. Pero ella se defiende con su zapateo, inédito hasta ese momento, y su garra y fuerza en el escenario. Su espectáculo gira por varias ciudades españolas, entre ellas su natal Barcelona. Le acompañaba, ahí es nada, el cantaor Antonio Mairena.

Empieza a girar también por Europa, y solo un año después de su regreso consigue otro de los hitos de su carrera y de la historia del flamenco: debuta en el Teatro Champs Elysées de París. Es la primera vez que un grupo de gitanos artistas baila en el mítico escenario. La familia sigue engrosando las filas de la compañía de Carmen, allí en la capital francesa debutan sus sobrinos Diego y Curro. Entre el público hay personalidades distinguidas, como Balenciaga y Christian Dior, y la prensa se deshace en halagos al día siguiente: “El baile de Carmen Amaya está por encima del arte”. Lo que iba a ser un contrato de ocho días se convirtió en dos meses. 

Boda Carmen Amaya

En esa etapa de su vida, de gira por Europa, conoció al hombre de su vida, el tocaor Juan Antonio Agüero, amigo de su cuñado, Mario Escudero. Él entró como guitarrista a su compañía y no mucho después de conocerse, durante sus giras por Europa, se dio la famosa conversación de la improvisada pedida de mano:

– Yo no me caso con nadie jamás en la vida -, dijo Juan Antonio Agüero.

– ¿Estás tonteando conmigo, riéndote de mí? – le dijo Carmen.

– ¿A que no se casa usted conmigo? – dijo el tocaor.

– ¿A que sí? – contestó ella.

“Que se había casado ya toda la familia y yo todavía ahí solterona, aguantando mecha”, explica Carmen sobre aquella conversación en una entrevista recogida en el Imprescindibles. Se casaron la mañana del 19 de octubre del 51, en la iglesia de Santa Mónica, al final de las Ramblas, en una ceremonia íntima. Estuvieron casados hasta la muerte de Carmen en 1963.