Argentina y Estados Unidos: el despegue internacional de la estrella Carmen Amaya

En 1936 se estrenaron dos películas claves en la vida de la mejor bailaora de la historia, Carmen Amaya. Fueron La hija de Juan Simón (del mismo nombre que la milonga flamenca cantada por infinidad de cantaores), en la que aparece como personaje secundario, y María de la O, en la que sí hace el papel protagonista, el que da nombre a la cinta y a la zambra que la inspiró. ‘La Capitana’, tal era ya su sobrenombre, empezaba a despuntar en toda la península con su cante (en esos años había grabado ya algún disco), pero sobre todo en el baile, para disgusto de su padre, El Chino. O así se cuenta en Una historia del flamenco, de José Manuel Gamboa. “¡Se me está echando a perder, con lo buena cantaora que es!”, dijo el padre de Carmen, según le contó al flamencólogo Alfredo Mañas.

Pero ese mismo año que cambiaría la carrera de Carmen también cambiaría el devenir del país que la vio nacer. El 17 de julio, en Melilla, comenzó la sublevación militar de parte del Ejército español. Se extendió a Ceuta, Tetuán y las islas Canarias, y después a la península. Comenzó la Guerra Civil española. Carmen Amaya se encontraba en Valladolid. Dada la situación, decide adelantar su viaje programado a Portugal. En Lisboa consiguió un contrato unos meses para actuar en el Café Arcadia junto al pianista Manuel García Matos. Quería volver a España, pero en vistas de que la guerra podía durar años, embarcó a Buenos Aires. Le acompañaba parte de su familia, el guitarrista Pelao el Viejo, los bailaores el Fati y Faico, la cantante Anita Sevilla y Manuel García Matos. “Qué vida esta: en la tierra los civiles y en la mar los tiburones”, dijo Carmen en una entrevista a los pocos días de llegar a Argentina.

Los teatros bonaerenses y la casa en Corrientes

Pisan suelo bonaerense el 9 de diciembre de 1936. Tres días después Carmen debuta en el Teatro Maravillas, en un espectáculo de varietés llamado Las maravillas del Maravillas. Los medios locales la alabaron y el éxito de la bailaora fue tal que el segundo día tuvieron que intervenir las fuerzas de seguridad ante el revuelo en la taquilla, según escribe Inés García-Albi en su libro Carmen Amaya. Se asentaron cuatros años en la capital argentina, concretamente en la calle Corrientes, la de los teatros, e incluso compraron una casa. Los hermanos pequeños de Carmen fueron al colegio hasta que se incorporaron a la compañía.

Muchos otros artistas españoles llegaron huyendo de la guerra, como ‘Los Chavalillos Sevillanos’, Rosario y Antonio, que se incorporan a la programación del Maravillas. Buenos Aires fue acogiendo el flamenco que llegaba con la inmigración española, y lo subía a sus escenarios. “En esta extraordinaria temporada de 1937 debemos considerar el teatro español como una actividad intelectual argentina”, escribió Joaquín Linares para el periódico La Nación. Siguió girando por toda América Latina, y de aquella época es el cuadro icónico que actualmente es icono del Tablao de Carmen: el retrato que en 1939 le pintó el español mexicanizado, gran cartelista taurino,  Ruano Llopis.

Durante dos años se unió al espectáculo de Carmen en el Maravillas el mismísimo Ramón Montoya, tocaor madrileño imprescindible en la historia de la guitarra flamenca del siglo XX. Y a la capital argentina fue a parar también otro tocaor, uno de los que más marcarían la vida profesional y personal de Carmen: Sabicas. La compenetración artística fue instantánea, y el noviazgo duró unos meses hasta que el Chino, padre de Carmen, no quiso darle la mano de su hija al pamplonica.

radio mitre & Carmen Amaya

A la conquista de la capital del mundo

A finales de 1940, después de su estancia en Buenos Aires y su giras por Sudamérica, conquista la ciudad que ya se perfilaba como la capital del mundo, Nueva York. Llegó ya siendo parte de la agenda de artistas del empresario artístico Sol Hurok, quien llevó a la mayoría de flamencos que actuaron en Estados Unidos durante el siglo XX, incluido Paco de Lucía. En enero del 41 debutó en el cabaré Beachcomber, donde empezaron a acudir a verla estrellas de la cultura como Frank Sinatra o Greta Garbo. Un año después conquistó el Carnegie Hall, plaza clave en el despegue americano de cualquier artista, y el New York Times escribió sobre sus actuaciones apoteósicas en el Carnegie Hall: “Una gitana tempestuosa, desbordante de vitalidad”, recoge Gamboa en su manual. Fue portada de la icónica revista Life. De aquellos años surgió la anécdota más famosa de Carmen en Norteamérica, que no se ha demostrado ser cierta: a ella y a su familia (los llevaba a todos siempre con ella) les echaron del Waldorf Astoria por freír sardinas. Acabó yendo a la Casa Blanca en tres ocasiones para bailar ante el presidente Roosevelt, del que se cuenta que se echó a llorar cuando la bailaora terminó las alegrías.

En tierras estadounidenses logró una de sus mayores aportaciones a la historia del baile flamenco (aparte de haber sido la primera mujer en bailar en pantalones). Fue la primera en bailar por taranto, palo sobrio procedente de los trabajadores de las minas de Murcia, Jaén y Almería. Según explica Inés García-Albi en su biografía, la había creado en Sudamérica a partir de una rondeña gitana que hizo el tocaor Miguel Borrull, con quien se curtió de niña en los locales de Barcelona. Bailó por taranto en su debut en el Carnegie Hall, con música de Sabicas y el maestro Palomo. Además de esta pieza, otra de sus más populares en sus actuaciones en Estados Unidos fue Embrujo del fandango, con música igualmente del maestro Palomo, la canción popular ¡Ay que tú! o también El amor brujo de Isaac Albéniz, muy famoso en la época.

carmen amaya revista Life

Vuelta a España: el miedo a “los diez pavos”

Además de sus giras por Estados Unidos y Sudamérica, volaba asiduamente a Buenos Aires. Allí cerca, en Montevideo, Carmen se enteró de la muerte de su padre. Fue un gran golpe para Carmen y estuvo dos meses encerrada, de luto. Tras el parón, venden la casa de la calle Corrientes, y Carmen vuelve a salir de gira. Se va recuperando, y se empieza a plantear, como muchos españoles, retornar a su país. En una conversación reproducida en el libro de García-Albi antes citado, Carmen expone sus dudas sobre regresar:

  • ¿Por miedo a Franco?
  • No, una gitana sola puede manejarse con Franco. Tengo miedo de los pavos.
  • ¿Qué pavos?
  • Diez pavos es todo lo que pagan en España a una bailarina.

El diálogo se dio en una entrevista para el periódico Negrín. A pesar de sus miedos, once años después, en 1947,  ya convertida en una gran profesional del espectáculo y hecha a las maneras de hacer americanas, vuelve a España.