Carmen Amaya I: del Somorrostro al Paralel y del Paralel a la Zarzuela

“No creo que pueda decirse que los barceloneses no sepamos quién fue Carmen Amaya, o no sepamos, por ejemplo, que nació en el Somorrostro, el barrio de chabolas que hubo en Barcelona, junto al mar, hasta mediados del siglo XX”, escribe Pep Puig sobre la bailaora más importante de la historia de Cataluña en el portal Barcelona Metrópolis del Ayuntamiento de Barcelona. El Somorrostro fue un asentamiento con población mayoritariamente gitana que existió hasta la década de los 60. Estaba en la playa, delante del Hospital del Mar. En 2011 se renombró este tramo de playa y se colocó una placa: “Platja del Somorrostro. Barri de barraques. 1875 – 1966”. Allí creció Carmen Amaya, barraca número 48, con su padre y sus seis hermanos.

Carmen Amaya pequeña tablao

El día de su nacimiento cambia según el documento, pero ella siempre lo celebró el 2 de noviembre. Sobre el año exacto, siempre ha habido discrepancias. La propia Carmen no quiso despejar las dudas. La investigadora Montse Madridejos, una de las mayores conocedoras de su figura, apunta al año 1918 en su último estudio “Las edades movedizas de Carmen Amaya”. Lo que es seguro es que aprendió a bailar en la arena en condiciones de pobreza, sin luz ni agua. Bailaba con su padre, El Chino, que era tocaor. Su madre también era flamenca: la Micaela, que bailaba en la intimidad familiar. Igual que su tía, La Faraona. Carmen no fue a la escuela ni a ninguna academia de baile.  “Mi primera idea del movimiento y de la danza me vino del ritmo de las olas”, se dice que contaba de sí misma. “Lo de la niña es algo serio”, le empezaron a decir al Chino Amaya los gitanos y demás entendidos de lo jondo, según recoge el prólogo de Juan Marsé para la biografía Carmen Amaya.

Con su padre y su tía, empezó a bailar por los tablaos y tabernas del Barrio Chino (actual Raval) de Barcelona. Debutó en el Teatro Español de Paralel y en 1929, con solo 11 años, hizo sus primeros pinitos en lo internacional y viajó a París para actuar en el espectáculo de la cupletista Raquel Meller. Allí también se inició en el cine: el director de cine Benito Perojo se fijó en El Trío Amaya (Carmen, su tía y su prima), y les sacó en su película La Bodega, en la que la bailaora aparece bailando por zambra. Ese mismo año fue la Exposición Internacional de Barcelona, para la que se construyó el Poble Espanyol.

Padres de Carmen Amaya
Padres de Carmen Amaya

Allí, en enero del 30, se celebró la Semana Andaluza, y Carmen y su familia bailaron para el rey Alfonso XIII. Fueron portada del suplemento Notas Gráficas de La Vanguardia. En ese mismo lugar se encuentra hoy el Tablao de Carmen, fundado en 1988 en su honor. Por aquellos años, Carmen, aún adolescente, ya deslumbraba a todo el que la veía en los lugares flamencos del momento, como el famoso Villa Rosa de la familia Borrull. Así lo dejó registrado Sebastià Gasch, cronista especializado en flamenco, sobre una de las noches que la vio en el bar La Taurina:  “Carmencita se mantiene impasible y estatuaria, altiva y noble, con una nobleza racial indefinible, hermética, ausente de todo y de todos, sola con su inspiración […]. Y la gitanita baila. Lo indescriptible. Alma. Alma pura”, escribió en la revista Mirador. Ya la empezaban a llamar La Capitana.

Empezó a actuar con las figuras más relevantes de la época: La Niña de los Peines, Manolo Vallejo, Manuel Torres, Niño Ricardo o Sabicas. Y su salto vino tras salir en la película La hija de Juan Simón. Se instaló en Madrid con su familia, y actuó por multitud de escenarios, uno de los más destacables fue el Teatro de la Zarzuela con Concha Piquer y Miguel de Molina. En 1936 tuvo su primer papel protagonista en María de la O. Estalló la Guerra Civil. Ella se encontraba en Valladolid con su familia. Cruzaron a Portugal y unos meses después cogieron un barco para Buenos Aires. Allí, en Argentina, arrancó la carrera internacional de la mejor  bailaora flamenca de todos los tiempos.