De Pedro Iturralde a Chano Domínguez: el flamenco jazz en la actualidad
Agustín Carbonell ‘El Bola’, tocaor habitual del Tablao de Carmen, fue uno de los flamencos adelantados que se introdujo en el jazz. En Estados Unidos, varios músicos de jazz ya habían incluido en sus composiciones inspiraciones y composiciones flamencas, pero el jazz aún no había desembarcado en España. “Aquí hemos tenido menos información del jazz, no había redes de distribución como ahora, los discos de jazz llegaban porque los traía alguien que había estado en Estados Unidos. Además, los músicos de allí eran más internacionales y viajaban mucho”, explica el tocaor.
En los años 80 abrían en Madrid varios clubs de jazz: el Café Central, la Sala Clamores o el desaparecido Whiskey Jazz. Bola era un adolescente que se dejaba caer por allí. “Era una música totalmente diferente al flamenco. Era una cosa fea para un flamenco. Pero a mí me gustaba eso, lo desagradable, y por eso me metí. Y cuando conocí ese lenguaje me fascinó. Me gustaba la libertad que tenían para tocar, la música tan bonita, el conocimiento y la genialidad del jazz, pueden tocar la que quieran”, recuerda el guitarrista. Fue uno de los primeros flamencos de su generación en recibir el jazz con los brazos abiertos y ha dejado varios álbumes como muestra de ello, como Bola, su primer disco, o Desvaríos, firmado con el saxofonista y flautista Jorge Pardo.

Los flamencos se adentran en el jazz
Aunque los primeros en grabarlo fueron los estadounidenses, las relaciones habían empezado tímidamente unas décadas atrás. Los primeros músicos que tontearon con los sonidos de Nueva Orleans fueron El Negro Aquilino y Fernando Vilches. Ellos fueron los precursores. Así lo defiende Carlos Aguilar en el programa Tapiz Sonoro de RTVE, “Flamenco Jazz, una historia de amor}”. Estos dos músicos fueron pioneros del saxo flamenco durante la Segunda República Española (1931-1939). Solían acompañarse de Sabicas y Ramón Montoya a la guitarra. “En la prensa de entonces los equiparan con cantaores: [tocando el saxofón] parecía que estaban cantando cante jondo”, expone Aguilar.
Los dos saxofonistas cayeron en el olvido durante los años posteriores, y mientras los experimentos estadounidenses de acercar el jazz al flamenco continuaban, apareció la pieza clave del género, el saxofonista que marcó el camino a seguir: Pedro Iturralde. “Fue, con Tete Monteliú, el gran pionero y dinamizador del jazz en España, y entre sus méritos incuestionables figuran el desarrollo primigenio del jazz flamenco”, escribió el periodista Fernando Neira en un artículo de 2019, un año antes de que el músico navarro falleciera.
En 1963, Iturralde lanza Flamenco Twist; entre el 67 y el 68, los volúmenes 1 y 2 de Jazz Flamenco, con Paco de Lucía; en 1974, Flamenco-Jazz, también con el tocaor de Algeciras; y en el 1976 Flamenco Studio, con el tocaor Paco Cepero. En estos discos Iturralde reestructura y reamorniza algunos temas andaluces y consigue hermanar los dos sonidos. No solo se inspira en el otro género o hace sonar unas cuerdas flamencas sobre una batería. Como explica Carlos Aguilar: consigue “una interacción fluida y sustanciosa entre instrumentos fluida y sustanciosa entre instrumentos que en teoría son disímiles, como era el saxo a la americana y la guitarra a lo flamenco”.

La generación de los 80
En la década de los 70 músicos como el trompetista Arturo Fornes, el pianista José Romero, el compositor Juan Carlos Dolores o el grupo Dolores siguieron explorando estos caminos. Surge Nuevos Medios, la discográfica de Mario Pacheco, que impulsó grupos bajo el paraguas de lo que se conoció como Nuevo Flamenco, como Pata Negra (más cerca del blues) o Ketama. En ese caldo del cultivo, en los 80 llega, la gran primera generación del flamenco jazz, con el flautista Jorge Pardo, el guitarrista Carles Benavent (que junto a Paco de Lucía y otros tres músicos formaron el legendario Sexteto), el pianista Chano Domínguez, el contrabajista Javier Colina, el percusionista Tino di Geraldo y el tocaor El Bola, entre otros.
El flamenco jazz salta a la gran pantalla en el año 2000. Fernando Trueba grabó la película Calle 54, sobre jazz latino. Incluye el tema Oye cómo viene, con Blas Córdoba El Kejío al cante y Chano Domínguez al piano, al que se describe como “el primer músico completamente bilingüe en este nuevo género [el flamenco jazz]”. Jerry González (estadounidense de raíces puertorriqueñas, precursor del jazz latino) viaja a Madrid para la promoción de la película, y fascinado por el flamenco, decide instalarse en la capital. Allí forma el grupo Los Piratas del flamenco, y lanzan un álbum homónimo. Como cantaor invitado participa Diego el Cigala, quien salta a la fama, quien seguirá ese camino y explorará la unión entre lo cubano, lo jazzístico y el quejío en discos como Lágrimas negras.

Barcelona, sinónimo de mezclas
En la actualidad, Barcelona se perfila como una de las ciudades donde se puede apreciar la evolución de esta hermandad entre ambos géneros. El Taller de Músics, por ejemplo, institución musical de gran repercusión en Cataluña y en España, ha juntado a músicos de jazz y de flamenco desde sus inicios. Actualmente alberga el Título Superior de Interpretación de Jazz y de Flamenco (tanto en cante como en guitarra), y fomenta que los estudiantes se alimenten de ambas músicas independientemente de la carrera que cursen. En el festival del Taller, Ciutat Flamenco, siempre hay espacio para el jazz. La última edición, de hecho, cerró con un concierto en el Auditori capitaneado por Jorge Pardo acompañado de músicos de jazz y de flamenco.
Una de las exalumnas del Taller de Músics, la cantaora Irene Ribas, explora este camino desde hace años y se encuentra actualmente inmersa en un proyecto de fusión de la mano del piano de Chano Domínguez. También incorporan, un pasito más allá, electrónica, en un espectáculo que estrenarán en el próximo festival Sónar de Barcelona. “Será una buena manera de introducir a otros públicos porque al Sónar va gente que quiere descubrir música pero que quizás nunca se pararía a escuchar flamenco o jazz. Hago una seguiriya, por ejemplo, que tiene muchísima fuerza porque hay una batería y unos teclados”.
¿Qué tiene el jazz que sigue atrayendo a tantos flamencos? En palabras de Irene, “son dos músicas totalmente complementarias, tienen mucho lenguaje en común a nivel armónico y a nivel rítmico. Comparten también un lenguaje de escucha en directo y la visceralidad que provoca estar improvisando”. Su referente en este terreno: Rosario la Tremendita. Es uno de los músicos que recogen y amplían el legado del flamenco jazz, junto a los pianistas David Peña Dorantes, Diego Amador y Marco Mezquida, el saxofonista Antonio Lizana, el trompetista y guitarrista Enriquito o el grupo Los Aurora.
Además del Ciutat Flamenco, otro de los festivales donde el flamenco jazz tiene cabida es en el Mas y Mas. En la edición de este año, ofrecerán un espectáculo conjunto el pianista Andrés Barrios y el bailaor El Yiyo, siguiendo la tradición de este certamen que también ha acogido en otras ediciones un show de Chano Domínguez y la bailaora Mariola Membrives o el espectáculo Oleándole, con bailaora, tocaores, cantaores y trompetistas.
¿Jazz flamenco o flamenco jazz?
“Todavía no existen jazzflamencólogos”, dice El Bola. Es un género, o un subgénero, aún reciente y sin muchos estudios detrás. En esta línea, expone Juan Zalagaz en el artículo anteriormente citado: “Las propias definiciones tanto de “jazz” como de “flamenco” son fuente de controversia, por lo que aunar ambos conceptos de forma unitaria presenta no menos dificultades”. Y, además, surge la pregunta: ¿se llamaría jazz flamenco o flamenco jazz?.
Según Carlos Aguilar, es más correcto flamenco jazz, “porque son los músicos de flamenco los que se acercan al jazz, y porque tiene 100 y pico años más que el jazz”. El Bola explica este cruce entre las maneras de tocar de unos y de otros: “Los flamencos hacemos la cadencia andaluza, y dentro de la cadencia ellos [los músicos del jazz] te meten 20 acordes de paso. Ahora hacemos fórmulas de ellos. Por ejemplo, antes en el flamenco dábamos un Re menor y era Re menor, ahora un cantaor te da un Re menor y cualquier guitarrista te hace cinco inversiones diferentes”, detalla. Para entender esto, lo mejor es verlo en directo y de cerca, como sucede cada noche en el Tablao de Carmen.